sábado, 23 de junio de 2012

Mi


"Veo un músico, un músico famoso. Van a suspenderme en Cultura General porque reconozco su cara y no recuerdo su nombre. ¿Por qué serán tan feos los grandes músicos y tendrán el ceño y el mentón crispado y cara de muleros, cuando sus almas deben ser de seda y su corazón del olor de una flor? Sus dedos resbalan sobre el piano y mi alma se sobrecoge porque lo que esta creando es bellísimo. Me gusta y me admiro de lo que oigo tanto como mi capacidad para retenerlo, ya casi me lo sé de me memoria. La razón es muy sencilla. El pianista comienza, se inspira, sus dedos tan pronto rozan como golpean, como acarician las teclas. Pero al llegar a un punto determinado, se detiene, tuerce el gesto, alza los ojos al vacío, buscando algo que no encuentra, se enfada, y cierra con violencia el piano. 

Le veo pasear, golpear el suelo con los pies como un niño rabioso. Vuelve al piano. Cuando son sus dedos los que hablan, vuelvo a quedar extasiada. Pero al llegar al mismo punto que antes, se detiene, se peina los cabellos y jura no pasar adelante sin encontrar lo que busca. Y entonces, solo entonces, caigo en la cuenta de que a quien busca es a mí. A mí, en la doble acepción del término: porque yo soy "mi", la nota musical "mi", y me he escurrido voluntariamente de su inspiración porque hoy es mi cumpleaños y quiero tomarme unas vacaciones. Además, me enfada tanta obstinación. Tiene mil combinaciones posibles para seguir adelante sin necesidad de utilizarme. Estoy agazapada, sin moverme de mi escondrijo. En el momento mismo en que me desplace o intente cambiar de postura, me advertirá: "Aquí te tengo" -dirá triunfal. Y me utilizará como un escritor utiliza una diéresis o unos puntos suspensivos. Y hoy quiero ser para mí misma. Me había prometido una noche de libertad y lo conseguiré mal que le pese a este monstruo de la naturaleza: tirano de los de su especie.

Cuando yo era pequeña, era un puro sonido cristalino producido por una gota de agua al chocar con una piedra en un manantial que nacía del Kilimanjaro. A pesar de mis pocos años no tarde en comprender que un ruiseñor se había prendado de mí. Se posaba una y otra vez sobre una rama que se abatía sobre el agua y me escuchaba con profunda atención. Movía la cabeza con gran complacencia intentando percibirme, y aunque eran muchas las distintas notas que brotaban de aquel manantial, cuando la que sonaba era yo, experimentaba un extraño temblor y sus plumas se espojoneaban de placer. Una mañana, al alba, no podre olvidarlo nunca, el ruiseñor se puso a cantar. Había conseguido meter en sus garganta a casi todas las notas de lo que hoy se llama pentagrama, excepto a mí. No puedo ocultar que fui feliz cuando me raptó, porque era mucho más fascinante viajar con él que permanecer siglos y siglos anunciando a la gota que caía sobre la piedra.

El ruiseñor fue un excelente maestro de cantores y, a lo largo del tiempo, fui siendo heredera de padres a hijos por los descendientes de quien me robó. Hasta que un día, pasados los siglos, vi que un hombre peludo hacia con el ruiseñor lo que el ruiseñor hizo con la gota de agua. Tenia en los labios un instrumento formado de varios tubos de caña que creo que ahora se llaman "siringa", y soplaba por ellos y producía sonidos; unos gratos, desapacibles otros. Intentaba sobre todo imitar una nota que la garganta del ruiseñor poseía, pero su siringa no. Cuando lo consiguió, mi destino cambió de norte. ¿Mentiría al decir que fui más feliz con los ruiseñores que con el manantial, y más aún con los hombres que con los ruiseñores? Estos son más perversos, pero más artistas. El ruiseñor me usaba para advertir a sus congéneres y sus rivales que en aquella fronda había establecido su cazadero de moscas, mosquitos y pulgones voladores, y que nadie se atreviese a acercarse. Hora es ya de deshacer el equivoco de que los ruiseñores cantan para atraer a su pareja. Mentira. El suyo no es un canto de amor, sino de guerra. Y si las hembras se acercan a ellos es porque saben que tienen piso, que están bien instalados, y que ese no seria mal sitio para erigir un hogar. El hombre, en cambio, me utiliza sin buscar en mí utilidad alguna. He sido una nota muy feliz con los humanos. Solo por placer. Por gusto de crear y recrearse conmigo. He sido una nota muy feliz con los humanos. Han abusado de mí, pero...

¿de quien no han abusado?"



Os recomiendo ver la película El velo pintado (The painted veil), una película que muestra la gran calidad del actor Edward Norton. Nunca es tarde para recapacitar sobre cada uno de los pasos dados en la vida, aunque solo nos quede eso, recordarlos con alegría o con dolor, nunca es tarde para estrujarlos hasta que derramen ese gota de sabiduría. 

miércoles, 20 de junio de 2012

Adiós a Spinetti



Victor Spinetti con John Lennon y Yoko Ono en el Teatro Nacional en la 
noche del estreno de In His Own Write.


Vittorio Giorgio Andrea Spinetti (2 de septiembre de 1929 – 18 de junio de 2012), Victor Spinetti o simplemente Vic, como le llamaban sus allegados, ha fallecido hoy a los 82 años de edad al no poder superar la batalla contra el cáncer de próstata del que estaba afectado. Todo comenzó cuando en febrero del año pasado (2011) Spinneti acudió al hospital aquejado de una fractura en la columna vertebral provocada por una caída mientras actuaba en una obra teatral. A poco menos de un mes de su última entrevista, concedida al periódico Wales, el actor confesaba que posiblemente su enfermedad no fuera tratable y que desconocía "cuanto tiempo voy a estar aquí".
El magnético actor fue reconocido internacionalmente cuando, en la década de los sesenta, aceptó actuar por petición expresa de los cantantes de la famosa banda de rock inglés Los Beatles, en tres de las películas que protagonizaban. La comedia Hard Day's Night (1964), el vídeo que sirvió como promoción al disco de los músicos británicos, Help! (1965) y finalmente la película considerada de culto Magical Mystery Tour (1967), fueron los éxitos que dieron a conocer al mundo el talento y la calidad artística de Spinetti. Luego sobrevinieron 31 películas y otras tantas obras teatrales que pusieron de manifiesto lo que para otros muchos compañeros de trabajo y amigos -como George Harrison, Paul McCartney,  o Richard Burton- era ya algo patente: la calidad humana, la perspicacia y el ingenio de este actor humilde en sus orígenes y grande en su legado. 


De ojos oscuros, nariz respingona, pelo corto, y rostro caracterizado por una mirada y expresión nostálgica, al cómico le gustaba decir de sí mismo que era "el wop* de Gales", haciendo referencia a sus orígenes italianos y a su nacimiento en CwmEbbw Vale, (País de Gales) en 1929. Desde su juventud su familia siempre reconoció su talento para el mundo artístico, animándole a que estudiara en The Royal Welsh College of Music & Drama, siendo allí donde conoció a su pareja Graham Curnow con quien compartió una relación hasta su muerte, 44 años después; se cuenta que el joven Graham al ver por primera vez a Spinetti comentó: "Apuesto a que tienes los ojos mas bonitos, pero esas jodidas gafas no me dejan verlos". La figura del artista tampoco resultó indiferente para estrellas como George Harrison, quien insistía en que él siempre estuviera presente en todas sus películas porque "si no estás en ellas, mi madre no querrá venir a verlas -le fascinas"; otros como Paul McCartney lo describen como "el hombre que hace desaparecer las nubes". Pero si hay alguien de quien el cómico fuera amigo inseparable fue John Lennon, con quien pasó innumerables noches y a quien ayudó a transformar en teatro las historias de su libro In his own write . Y es que Victor Spinetti no dejó jamás de sorprender al público -ni a sus amigos- y se mostró magistral en películas como La mujer indomable, Bajo el bosque lácteo (Zeffirelli) y otras como El viaje de los malditos o El regreso de la Pantera Rosa. Según sus palabras, en el último año, el hombre que amó a Los Beatles, bromeaba diciendo que estaba haciendo un nuevo tipo de gira: "Ahora mantengo a los compañeros del hospital entretenidos contándoles mis historias".




Como la persona extraordinaria a la que hoy rinden homenaje muchos famosos y familiares, Spinetti supo apreciar la vida hasta en los momentos más duros de la enfermedad "Voy a ser honesto, nunca me he sentido mejor". Confesó haberse sentido acompañado, querido y apoyado pese a estar siendo una molestia para sus familiares y "encontrar esa pepita de la compasión humana es fabuloso". En los últimas semanas en  las que estuvo ingresado en el hospital de Monmouth, Spinetti se quejaba del dolor de la columna vertebral y estaba siendo sometido a un tratamiento de radioterapia, sin embargo, se sentía agradecido por el trabajo del equipo sanitario y comentaba que pasaba sus días leyendo La baronesa (Ralph Barby). Quizá, como la protagonista de la novela gótica que leía, Spinetti, ya no pueda morir, su recuerdo es inmortal. 

Os dejo con una magnífica escena de esta película, Magican Mystery Tour, en la que Spinetti interpreta a un excéntrico y particular militar de la Armada Británica.


*Wop: término inglés con el que se hace referencia de forma jocosa a la informalidad "característica" de aquellos que proceden del Sur de Italia. 

lunes, 18 de junio de 2012

La negación


No quería hablar de las decepciones, del desengaño, ni de todas aquellas situaciones incómodas que la habían llevado a aislarse. Construyó con libros su hogar; abiertos en sesenta grados eran su tejado, abiertos de par en par, su colchón, y apilados unos sobre otros, su almohada. No necesitaba más para continuar caminando hacia un destino incierto y amable.

Ella no quería hablar de los otros. No quería hablar del tiempo pasado, ni de como había intentado estirarlo, como uno de esos viejos chicles que permanecen pegados bajo los pupitres, año tras año. Cada recuerdo, inerte e inmóvil, permanecía ocupando un espacio bajo su coraza. Y no deseaba hablar del atisbo de dolor que le punzaba el pecho, ni de la confusión que le generaban aquellos desvelos. Se asfixiaba convenciéndose de que no tenía nada que decir de todas esas vivencias.

Y allí donde la encontrases siempre calzaba las mismas frases, contaba las mismas historias, repetía los mismos detalles, vestía las mismas mentiras. No dejaba de repetirse que no quería hablar de todo aquello, una y otra vez, incesante, se negaba a sí misma: no quiero hablar.

Su imagen era poliédrica y opaca, pero, a veces, al mirarla, no podías evitar pensar que en algún momento inesperado y sorpresivo surgiría una chispa que la hiciera reconocerse. En ocasiones pensé que quizá el eco de su propia voz, un golpe, una pesadilla o una caída fortuita la harían escucharse desde fuera hacia dentro, dándose cuenta así de lo absurdo de su propósito.

Sin embargo, allí estaba yo, a su lado, incapaz de romper la ilusión, viendo lo que ella no veía y escuchando la historia de aquello de lo que nunca quería hablar.




domingo, 17 de junio de 2012

A la puta que se llevó mis poemas


Algunos dicen que debemos eliminar del poema 
los remordimientos personales, 
permanecer abstractos, hay cierta razón en esto, pero 
¡Por Dios! 
¡Doce poemas perdidos y no tengo copias! 
¡Y también te llevaste mis cuadros, los mejores! 
¡Es intolerable! 
¿Tratas de joderme como a los demás? 
¿Por qué te no te llevaste mejor mi dinero? Usualmente 
lo sacan de los dormidos y borrachos pantalones enfermos en el 
rincón 
La próxima vez llévate mi brazo izquierdo o un billete 
de cincuenta, 
pero mis poemas no. 

No soy Shakespeare 
pero puede que algún día ya no escriba más, 
abstractos o de los otros; 
siempre habrá dinero y putas y borrachos 
hasta que caiga la última bomba, 
pero como dijo Dios, 
cruzándose de piernas: 
"veo que he creado muchos poetas
pero no tanta poesía"

A la puta que se llevó mis poemas

sábado, 16 de junio de 2012

Fuimos criaturas de otro mundo
devoramos el sendero a cada paso
cruzamos todos los horizontes
batimos el récord de días contemplándonos
a la luz de aquel amor
llegamos a cegarnos
veremos el final con los ojos vendados.






viernes, 15 de junio de 2012

Bajo los cimientos

Hay un mundo apunto de quebrarse detrás de esta superflua sonrisa. No sé si de horror, de incredulidad, de dejadez.

Tiemblan los cimientos de lo que fuimos. Y escenificamos el terremoto como si lo hubiéramos ensayado durante mucho tiempo.

Aprendemos a aferrarnos a cada ápice de este vendaval. Antes o después, sabemos que acabará.