sábado, 5 de enero de 2013

Los miserables

Hubo un tiempo cuando los hombres eran amables
y sus voces eran suaves
y sus palabras acogedoras.
Hubo un tiempo, cuando el amor era ciego
y el mundo era una canción
y la canción era emocionante.
Hubo un tiempo.
Luego todo salió mal.
Soñé un sueño tiempo atrás
cuando la esperanza era grande y valía la pena vivir.
Soñé que el amor nunca moriría.
Soñé que Dios perdonaría.
Entonces era joven y no tenía miedo.
Y los sueños se creaban, se utilizaban y se gastaban.
No había deudas que pagar 
no había canciones sin cantar
ni vinos sin probar.

Pero los tigres vienen en la noche
con sus voces tan suaves como estruendosas
mientras te arrancan la ilusión
y convierten tu sueño en vergüenza.
El durmió un verano a mi lado
llenó mi días de un asombro sin fin.
Tomó mi infancia a su paso.
Pero se fue cuando el otoño llegó
y sigo soñando que volverá a mí
que viviremos juntos los años.
Pero hay sueños que no pueden ser
y hay tormentas que no podemos capear.
Tuve un sueño en el que mi vida sería
tan diferente de este infierno que estoy viviendo
tan diferente ahora de lo que pareció.
Ahora la vida ha matado 

el sueño que soñé.



I dreamed a dream - Anne Hathaway (Los Miserables)

Un azulejo blanco


Aves en un pantanal de Mato Grosso (Brasil)
Fotografía de Mike Bueno (2010)


Me hubiera quedado allí el resto de mi vida. Mirando aquel azulejo blanco, aquel punto negro; escuchando el pasar de gente desconocida caminando hacia una dirección posiblemente equivocada. Encerrada en uno de los dos baños de la primera planta sentía como mi respiración se aceleraba, el sonido parecía derramarse en el pecho, en los oídos y hasta por las paredes de la estrecha habitación. Esto es la intimidad, pensé, una hermosa y triste metáfora, un intento desesperado por salvaguardar lo sagrado.

Y así estaba yo, sentada sobre la taza del inodoro, puerta izquierda, primera planta. No era lugar para llorar, ni para refugiarse, ni para esconderse. Aquel habitáculo solo conjugaba con verbos como verter, deshacer, abandonar, y aún así, había algo lírico en él. Como en Memento retrocedí la memoria en imágenes: azulejo blanco, punto negro,  respiración agitada, gota fría surcando los labios, frío en las manos. El mundo parecía en calma, sí -¿por qué no?-, una pequeña gota de caos no es nada frente a un universo.

Me enjugué las lágrimas y crucé la puerta. Me miré en el espejo -continúa-, me lavé las manos -sigue-, recogí la mochila y la chaqueta -no te pares-, y salí al pasillo. Arrastré mis pies hasta la mesa más próxima, deposité en ella mis cosas, aparté la silla y me senté.

Sí, esa era yo, un color invisible, un frecuencia inalcanzable, una imagen más, una persona menos. Extraje mi libreta y un lápiz -respira-. Y comencé a escribir: 


"Me hubiera quedado allí el resto de mi vida [...]".


Un Piano Sur La Mer - André Gagnon